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A raíz de las reflexiones que sobre el diálogo hemos realizado, nos han llegado por diversas vías opiniones, dudas y mayormente interrogantes en torno al futuro de la negociación, sus efectos sobre la paz y la convivencia nacional. Nos señalan que “lo que se está negociando es la paz y convivencia entre las dos fuerzas políticas” y, desde tal “estrechez, se olvida y desprecia la propia ciudadanía y la realidad nacional”.
El lunes 5 de febrero se abre un nuevo capítulo en esta suerte de comedia de enredo que corre en paralelo a la gira iniciada por Tillerson por países de América Latina y el Caribe, anunciando sanciones petroleras a Venezuela. Se pronosticaba una jornada crucial para el diálogo por cuanto, supuestamente, las partes se acercaban a un acuerdo, sobre el cual, según vocero oficial, había consenso en 99,9% de los puntos. Luego de una sorpresiva cancelación de la reunión pautada en Dominicana, tiene lugar la sexta jornada. Las dos fuerzas políticas emiten versiones contradictorias: Gobierno acordamos 100% y firmamos vs MUD: no hay acuerdo. El presidente Danilo Medina, quien avaló el documento, declara que el diálogo entra en receso indefinido, ya que las partes no alcanzaron un acuerdo definitivo. Para mayor confusión, el miércoles 7 de febrero, la oposición publica, otro documento hecho y “aprobado por unanimidad por los cancilleres de: Bolivia, Nicaragua, San Vicente, México y Chile el 02 de diciembre de 2017”.
Dado tal incierto proceso, el dialogo ha devenido en ciertos ámbitos en una ópera bufa, y la disonancia se supera con mofas, chistes y descalificaciones personales. En otros espacios, el diálogo comienza a cobrar cariz de fatalidad, maldición, tragedia y fuente de desesperanza. Hay quien lo percibe como un drama trágico, concretamente un torneo trágico entre las dos fuerzas políticas, que se agreden y pretenden anularse, cobrando visos de ritual de sacrificio de la propia ciudadanía. Y ante un destino fatal e insalvable, se estaría generando una “pasión por la tragedia”. Suerte de determinismo que proclama un desenlace negativo, fatalidad insalvable que conduciría inexorablemente a una catástrofe nacional.
Ante este panorama, las presidenciales -ya con fecha definida- se debaten entre la desesperanza y la abstención, aun cuando podrían tornarse en un evento capaz de generar un nuevo ciclo heroico con héroes y heroínas que nos protegerían, defenderían y salvarían de ese destino trágico.
@maryclens